Ayer me contaba un compañero de mi trabajo que hace unos días por la noche se había detenido a una persona en cierta comisaría por lesiones graves con arma de fuego y atentado a agente de la autoridad, si bien, en la detención no se encontró ningún arma de fuego, la víctima tenía herida de arma en un brazo.
Hasta ahí todo normal, pero… me seguía diciendo, que cuando pasó a disposición judicial, el arco de seguridad pitó al paso del detenido y, tras examinarlo, se le encontró escondido en cierta parte del cuerpo un arma de fuego real.
No podía salir de mi asombro y, me seguía diciendo que en las cámaras de seguridad de calabozos se veía al detenido jugar con esa arma a las espaldas del policía.
Alguno puede pensar que estoy escribiendo en broma. La respuesta es NO, no estoy de broma. Estoy escribiendo muy en serio.
Todo un cúmulo de errores que no deben volver a cometerse.
Todos conocemos situaciones que se han dado en nuestras dependencias, vehículos policiales, a pie de calle o en domicilios en los que hemos dicho “gracias a dios, bajo la virgen a verle”.
Si estás leyendo esto, fijo que estás recordando esas situaciones que has vivido u otro compañero te ha comentado mientras estabas de patrulla.
Los errores matan. La relajación mata. Son frases obvias, con mucho significado, que debemos tener en cuenta en nuestro día a día. Pero también tenemos que tener en cuenta que de los errores se aprende.
A estas alturas, alguno ya sabe de qué errores estamos hablando. Os adelanto que hablaremos de cacheos, engrilletamientos, actitudes, etc.
En una serie de pequeños post que escribiré en las próximas semanas, intentaré exponer una serie de errores que pueden llegar a matar a un policía o, al menos, poner en peligro nuestra seguridad y al de nuestros compañeros.